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Pàgina personal de sensio carratalà beguer. La pàgina té tres parts. La primera part arreplega cançons de ResDeNou, fetes amb pepe garcés. La segona part és una col·lecció de textos, principalment sobre ciència i didàctica. També hi ha una col·lecció de fotografies sobre paratges valencians i diversos temes d’interés. Més avant hi haurà més coses que no convé anticipar perquè el futur és imprevisible.

PÍO DEL RÍO HORTEGA

NEUROCIENTÍFICO VALLISOLETANO UNIVERSAL

Y sin embargo, desconocido.

O casi.

Cuenta en su blog José Ramón Alonso —catedrático de Biología Celular, y ex rector en la Universidad de Salamanca—la siguiente anécdota: “oí en uno de los dos grandes hospitales de Valladolid a un señor mayor que comentaba «Habiendo ríos tan conocidos aquí como el Pisuerga, el Esgueva o el Duero, ¿por qué le habrán puesto a este hospital el nombre de un río que nadie conoce?»” 

El hospital se llama Río Hortega y no, no es un río. El Hospital evoca la figura de un investigador: Pío del Río Hortega (1882 Portillo, Valladolid—1945 Buenos Aires, Argentina) quizá el mejor neurocientífico español junto a Santiago Ramón y Cajal.

Pero para entender la importante relevancia de su obra científica y el enorme respeto que suscitó entre la comunidad científica de su tiempo, hay que conocer cuál fue su aportación al conocimiento del sistema nervioso, y para ello, necesariamente, el conocimiento previo del sistema nervioso en aquella época.

CONOCIMIENTO DEL SISTEMA NERVIOSO

Corre el año 1918.

Santiago Ramón y Cajal lleva 30 años dedicados al estudio histológico del sistema nervioso.[1] Ha estudiado las neuronas de las diferentes partes del sistema nervioso central (SNC) y de los nervios periféricos, y ha descrito la gran variedad de formas que las neuronas adquieren en cada región.

Ha establecido, indiscutiblemente, la doctrina de la Neurona[2] ha recibido (junto a Camilo Golgi) el premio Nobel de Fisiología o Medicina y ha sido galardonado con otras muchas distinciones científicas.

Principalmente se ha dedicado al estudio de las neuronas (el componente principal del tejido nervioso) pero también de una especie celular de la neuroglia: los astrocitos. Gracias a una nueva tinción ideada por él —la técnica del sublimado de oro—asegura que tienen un papel activo[3] para el funcionamiento de las neuronas (y no solo de sostén, como se creía hasta ese momento).

Pero en el tejido nervioso, en el sistema nervioso central, se halla además otro tipo celular diferente. Cajal (además de otros investigadores) no logra visualizarlos bien a través del microscopio. Pero sabe que no son neuronas, ni astrocitos.

Estas células, de tamaño mucho menor y muy abundantes (en la proporción de 10:1 o incluso mayor) en el encéfalo y en la médula espinal (el SNC) son absolutamente distintas. Ni Cajal, ni investigadores europeos, logran teñirlas con claridad y en esas imágenes confusas no ven que posean expansiones celulares —las típicas dendritas— Tal es así que, Cajal, las denomina células “apolares” (haciendo referencia a su contorno liso). Pero no sabe nada más. En tanto desarrolle nuevas investigaciones las llega a denominar “enigmático tercer elemento”. (Tercer elemento, por ser el tercer tipo de célula cerebral que se conoce —neuronas, primer elemento; astrocitos, segundo elemento— y, enigmático, por el absoluto desconocimiento de sus funciones). También sabe que solo se las ve cuando examina cerebros con patologías (es decir, procedentes de animales que han manifestado alguna enfermedad cerebral).

Y no es el único científico que estudia este enigmático tercer elemento. Una verdadera pléyade de histólogos se ha lanzado a su estudio, entre otros: los doctores Alzheimer en Alemania, Schaffer en Austria, Robertson en Inglaterra, y en España Cajal y Nicolás Achúcarro, un discípulo suyo que está empezando a desarrollar una tinción prometedora.

Pero los estudios apenas arrojan resultados concluyentes.

Los neurocientíficos alemanes las denominan, en base a la forma que observan, “células en bastoncito” (una vez más haciendo referencia a la ausencia de expansiones) pero también, y bajo otras condiciones del tejido nervioso, aprecian ciertas granulaciones características en su interior, por lo que hablan de células o cuerpos granulo-adiposos.  (En este supuesto, sospechan, podrían tener una función de captación de detritos orgánicos procedentes de las neuronas e incluso de microbios en caso de procesos infecciosos del cerebro).

Células en bastoncito, cuerpos granulo-adiposos, enigmático tercer elemento

Finalmente establecen un acuerdo entre científicos: el tercer elemento de Cajal, las células en bastoncito de los alemanes y los cuerpos granulo-adiposos, son en realidad astrocitos. Astrocitos que adquieren diferente forma y que se movilizan entre la red de neuronas para ejercer una función defensiva fagocitaria en procesos patológicos. Pero…

¿Y si no es así? ¿Y si no son astrocitos? Estas células que aparecen en abundancia en tejidos patológicos ¿Podrían derivar de células normales? ¿De cuáles? ¿Podrían ser distintas especies celulares, las células en bastoncito y el tercer elemento de Cajal?

PÍO DEL RÍO HORTEGA IDENTIFICA LOS ENIGMÁTICOS ELEMENTOS

Río Hortega se ha unido a esta pléyade de científicos. En poco tiempo descifrará el misterio.

Es domingo de Carnaval, 10 de febrero de 1918 y Río Hortega trabaja incansable en su laboratorio. Ese día lleva trabajando más de diez horas sin descanso. Está comprobando que su nuevo método de tinción: el carbonato de plata amoniacal, logra teñir de manera clara los escurridizos elementos celulares. En realidad, ese día hace el descubrimiento de su vida.

En primer lugar y, frente a lo que opinaban Alzheimer y los demás autores, demuestra que los astrocitos no participan procesos fagocitarios, por tanto, no son las células de las que proceden ni las células en bastoncito, ni los cuerpos granulo-adiposos ni el tercer elemento de Cajal.

En segundo lugar, su nuevo método permite —por primera vez— teñir lo que va a representar una nueva variedad celular. Logra visualizar expansiones en sus citoplasmas (en contra de lo observado por los otros autores que no habían podido teñir estas delgadas ramificaciones) y dado que las identifica tanto en tejidos sanos como enfermos, consigue constatar sus diferencias morfológicas en cada uno de estos tejidos. Además, encuentra que esta misma técnica del carbonato de plata amoniacal obtiene inmejorables resultados para teñir otras células no nerviosas: las del tejido conjuntivo y las del tejido muscular.

El resultado de este descubrimiento y la potencialidad de su nueva técnica lo publica inmediatamente: Noticia de un nuevo y fácil método para la coloración de la neuroglia y del tejido conjuntivo. Lo hace en la revista de Cajal (Trabajos del laboratorio de Investigaciones Biológicas) y es todavía el mes de febrero de 1918.

Microglía

Poco después expone en una serie de cuatro comunicaciones del Boletín de la Sociedad Española de Biología, la descripción detallada de la nueva variedad celular. Pío del Río Hortega la denomina: microglía.

Está labrándose con ello una cimentada popularidad y prestigio en el mundo científico.

Poco tiempo después, reuniendo lo publicado por él y junto a nuevas pruebas, escribe un nuevo y definitivo artículo: La microglía y su transformación en células en bastoncitos y cuerpos gránulo-adiposos.[4]

Esta variedad celular—la microglía— afirma, sin lugar a dudas, es el tercer elemento de Cajal y, realmente, es muy diferente de los astrocitos. A diferencia de lo que difusamente observaba Cajal, sí que posee expansiones de su citoplasma que son “tortuosas, ramificadas y guarnecidas de espinas”.[5]

Se trata de una célula pequeña que posee capacidad fagocitaria, se genera en la médula ósea y se establece principalmente en el SNC —es la microglía normal—. Pero cuando el tejido nervioso sufre una patología o una lesión, las células microgliales se multiplican, se movilizan y se desplazan al tejido alterado adquiriendo, entre los espacios de las fibras nerviosas, diferentes formas, aquellas que se habían sido vistas: células en bastoncito y células granulo-adiposas. Ambas son fagocitarias. Si hay alteración por infección, principalmente las células en bastoncito fagocitarán microbios, también restos de células y gotas de grasa. Si hay lesión mecánica, algunas células microgliales próximas a la lesión se irán hipertrofiando, incorporando por fagocitosis diferentes sustancias y metamorfoseando en grandes células: los cuerpos gránulo-adiposos.

Por tanto, la microglía, identificada con el tercer elemento de Cajal, y con las células en bastoncito y las granulo-adiposas son todas, células microgliales. Todas son diferentes estadios de la microglía normal. Este es el descubrimiento de Río Hortega que, durante años, ocupó y preocupó a los científicos.

La función de la microglía es participar en la respuesta inmune: el mecanismo de defensa en el cerebro ante cualquier patología, y limpiar (captar) los productos de desecho y las células muertas del tejido nervioso alterado.

El misterio está resuelto.

Oligodendroglía

Pero Pío del Río Hortega, ha pasado a la historia científica (entre otras grandes aportaciones) por haber descubierto dos tipos celulares distintos en el tejido nervioso y, habiendo resuelto la confusión descrita en el párrafo anterior, resulta ser sólo, una, la nueva célula descubierta: la microglía ¿Y la otra?

La otra es la Oligodendroglía.

Sin ánimo de ser exhaustivo, diremos que todas las técnicas de tinción de células gliales (incluidas las técnicas de Cajal) apenas teñían débilmente los cuerpos celulares que al ser de pequeño tamaño y de forma más o menos globosa, no resultaba ser diferente de las que se conocían. Pero con la técnica del carbonato de plata de Río Hortega, se logra teñir tanto el cuerpo celular como las expansiones que tiene. Con lo cual se llega a observar perfectamente la verdadera morfología, no sólo de la microglía, sino de un nuevo elemento celular que Río Hortega denomina: Oligodendroglía.

Además de su morfología, Río Hortega, deduce algunas de sus funciones entre las cuales se encuentra la de transferir alimento a las neuronas (como los astrocitos) pero sobre todo la de rodear y envolver, mediante sus expansiones, (las que nadie pudo ver antes de Río Hortega) los axones de las neuronas en el SNC; de tal manera que, pasado algún tiempo, llega a afirmar “La oligodendroglía es absolutamente homologable en los centros encéfalo-medulares a las células de Schwann de los nervios[6]

Pío de Río Hortega acaba identificando dos tipos de células, de las cuatro que se compone el tejido nervioso. Es realmente un imponente descubrimiento. Hasta entonces ninguno de los investigadores dedicados al tema, ni siquiera Cajal, (que había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a esclarecer este misterio), lograron ver estas células con claridad. Y en pocos años (de 1918 a 1922), Pío del Río Hortega descubre y describe dos tipos celulares nerviosos.

Ya no hay más especies celulares en el Sistema Nervioso: neuronas, astrocitos, microglía y oligodendroglia. Y las dos últimas las ha descubierto este nuevo investigador.

CONSECUENCIAS DEL DESCUBRIMIENTO DE RÍO HORTEGA

Esto tuvo enormes consecuencias en la vida de Río Hortega.

Por una parte, cuando comunica sus hallazgos a Cajal, el maestro parece no recibir bien estas noticias. Lo escucha con atención, pero… no acepta sus resultados.

Las palabras que responde son como una pared contra la que chocan las conclusiones de Río Hortega. Dice Cajal: «Creo que hace Ud. Unas afirmaciones demasiado atrevidas y van a ser motivo de grandes discrepancias. ¡Prepárese a discutir!» [7]

Río Hortega le argumenta que sus pruebas son concluyentes y que urge publicarlo. Lo hace (no deja de ser sorprendente) en la revista científica que dirige el propio Cajal, Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 15 pág. 367-378 (1918) y lo titula: Noticia de un nuevo y fácil método para la coloración de la neuroglia y del tejido conjuntivo.

Por otra, aunque Cajal se apresura en escribir un artículo científico rebatiendo los resultados, el nombre de Río Hortega comienza a ser mencionado en la literatura científica especializada de todo el mundo. Propicia que se publiquen numerosos trabajos en torno al tema y además —y como aceptación de sus hallazgos— los histólogos alemanes A. Metz y Hugo Spatz, proponen, para designar la microglía, el nombre de «células de Hortega«, lo que pronto se acepta en la comunidad científica.

Pese a todo, Río Hortega no encuentra apoyo en su maestro Cajal. Casi nunca lo ha tenido. Y de hecho, cuando todo esto sucede, las relaciones entre ambos se encuentran muy deterioradas, pero… ¿Cómo es posible esto? Cajal, el maestro, en plena madurez intelectual, con un reconocimiento universal en el mundo científico ¿tomando posición en contra de uno de sus más destacados discípulos?

Debemos saber cómo empezó todo.

DON PÍO DE RÍO HORTEGA UN MÉDICO DE VALLADOLID

Don Pío es 30 años más joven que Cajal y al igual que Cajal, de niño, también muestra una gran afición por el estudio de la Naturaleza y una gran habilidad para el dibujo y la pintura, aunque a diferencia de Cajal su carácter es tímido e introvertido.

Termina la carrera de Medicina en Valladolid en 1905 (unos meses antes de que a Cajal le otorgaran el Premio Nobel y cuando ya había recibido la distinción de Doctor honoris causa por las universidades de Boston, la Sorbona y Cambridge) y fue su profesor Leopoldo López García quien le inicia en el estudio de la histología y le enseñara las primeras técnicas microscópicas.

En 1907 accede al cargo de médico titular de Portillo, pero la práctica médica (una coincidencia más con Cajal) no le satisface en absoluto. Entonces, aunque continúa como médico, sabe que el centro mundial de la Histología está en Madrid y es Santiago Ramón y Cajal quien está a la cabeza. Si quiere iniciar un camino como histólogo debe ir a Madrid.

Así, atraído por la fama de Cajal, decide iniciar sus estudios de doctorado y, dado que es preceptivo, debe marchar a Madrid para cursar las asignaturas correspondientes. Pero… ¡qué decepción! es este un viaje sin consecuencias.

En 1909 cesa como médico titular de Portillo y tras un concurso-oposición accede a profesor auxiliar de Histología y Anatomía Patológica en Valladolid, cuya titularidad ostenta su primer maestro Leopoldo López García. Pero las lecciones teóricas le convencen de que tampoco le interesa la carrera docente universitaria. Llega a decir que «tomé aversión a la cátedra, que era para mi temperamento apocado, un pequeño suplicio» [8]

Aun así, permanece como profesor auxiliar. Pero en 1913, se presenta una nueva oportunidad. Se convoca (por la Junta de Ampliación de Estudios —JAE— que dirige Cajal) un nuevo concurso–oposición para optar a una beca. El objeto ahora es trabajar dos años en laboratorios extranjeros, como preparación para ocupar, al regreso, un puesto en el Instituto Nacional de Oncología.

Río Hortega se dirige de nuevo a Madrid, esta vez con una carta de recomendación de su mentor Leopoldo López García para presentarse ante los doctores Jorge Francisco Tello (discípulo predilecto de Cajal) y Nicolás Achúcarro (también notable discípulo de Cajal) advirtiendo del carácter arisco del Dr. Achúcarro.

Se presenta pues en primer lugar ante el doctor Tello que le acoge de una manera muy fría, el Dr. Tello, sin asignarle tareas, solo le permite acudir al laboratorio de Histología de la Facultad de Medicina. Así que, Río Hortega, asiste allí diariamente y por fin, conoce a Cajal. Pero de nuevo, la acogida también es tan distante que pronto llega la decepción. Además, las posibilidades de trabajo tan pocas que, después de un tiempo, opta por dejar esas ocupaciones y decide presentarse al laboratorio de Nicolás Achúcarro.

Achúcarro, —que está organizando (por encargo de la JAE) el nuevo laboratorio donde deben formarse los pensionados que van a ir al extranjero— en contra de lo que le previno su mentor, Leopoldo López García, le recibe calurosamente e, inmediatamente, le asigna un puesto donde trabajar. Un puesto donde Pío del Río Hortega encuentra un ambiente estimulante y de camaradería.

Después de unos meses, en 1913 gana el concurso de la beca y como pensionado por la JAE, se dirige, para una estancia de dos años, a París, Londres y Berlín. En los laboratorios de estas capitales ensaya técnicas de oncología experimental y se inicia en la investigación histológica del cáncer.

Pero, démonos cuenta de cuándo sucede esto. Ese tiempo va a ser aciago para Europa. Estamos en 1914 y ese año, trabajando en Berlín, estalla la Primera Guerra Mundial.

Debe volver.

La JAE se desentiende sus pensionados. Su padre se ve obligado a enviarle 5000 pesetas[9] para tener garantía de que puede realizar el viaje de vuelta. Apenas ha estado unos meses en laboratorios extranjeros y en Berlín deja varios cientos de preparaciones microscópicas.

De vuelta a España, en el mes de agosto de 1914, se incorpora al laboratorio de Histopatología del Sistema Nervioso, el laboratorio que dirige Nicolás Achúcarro. Y ocurre algo que el propio Río Hortega desconocerá hasta pasado un tiempo: es el propio Nicolás Achúcarro quien, a la espera de una pensión para Río Hortega y sin su conocimiento, le cede parte de su sueldo.

Por otro lado, el laboratorio, durante su ausencia, ha sido trasladado a unas dependencias del Museo Nacional de Ciencias Naturales, muy cerca del Laboratorio de Investigaciones Biológicas de Cajal. En el paraje que Juan Ramón Jiménez denominará “La colina de los chopos”. Esto satisface enormemente a Río Hortega pues, en algún momento, cree que podrá intercambiar opiniones con su maestro. A veces, y para su complacencia, es testigo de las conversaciones de Cajal con Achúcarro.

En este laboratorio trabaja frenéticamente y por fin, llega a tener relación directa con Cajal, aunque siempre con exagerado respeto, como si no quisiera distraer la atención de Don Santiago.

La labor de Río Hortega es intensa. Desde que regresa en 1914 a 1918 publica 31 trabajos originales. Originales en el sentido de “primer descubrimiento” tanto en neurohistología, como en técnicas de tinción. (Entre otros descubrimientos, es el primero en observar, con microscopio óptico los centrosomas en células nerviosas)[10]

RUPTURA CON CAJAL.[11]

Río Hortega tiene 32 años. Discípulo como es de Achúcarro, su vinculación con Cajal solo es secundaria y no ha sido bien recibido por el grupo de Cajal por lo que llega a estar un tanto marginado.

La ubicación de los dos laboratorios en el mismo inmueble que tanto satisfizo a Río Hortega, empieza a ser un gran obstáculo y, aunque parezca un tanto rocambolesco, gran culpa tuvo en ello una figura totalmente secundaria en el laboratorio: el conserje.

Tomás García (el conserje) recibe las órdenes directamente de Cajal y de él obtiene su incondicional apoyo. Entre otras cuestiones, todo el grupo sabe y consiente (incluido Cajal) que se beneficia de comisiones (procedente del dinero público de la JAE) en las compras de animales de experimentación[12] Esto es algo que Río Hortega no puede aceptar lo cual, provoca el primer desencuentro. Pero no es el único.

El conflicto va a más. El Conserje, que por algún motivo siente que debe proteger a Cajal y que muchos investigadores “sobran” pues perturban al maestro, obstaculiza el trabajo de investigación de Río Hortega, llegando a poner como pretexto el de tener que cerrar el laboratorio (y por tanto obligarle a abandonar el mismo) cuando el investigador se halla en plena tarea.

A comienzos de febrero de 1920 Río Hortega está más que harto. Cansado de la situación, decide poner todo en conocimiento de Cajal. Lo hace mediante una carta en la que denuncia “incidentes, insolencias y amenazas del conserje a él y a los que trabajan con él.”[13] Cajal responde, pero lejos de darle la razón, parece centrarse en otras cuestiones distintas: expone a don Pío las quejas que otros colaboradores del laboratorio le han hecho llegar, así como otros asuntos relacionados con cierta disfuncionalidad del laboratorio, lo que le lleva a pensar que quizás la mejor solución sería su traslado a otro laboratorio. Aun así, conserva su respaldo a Río Hortega.  La carta termina con esta frase: «por lo demás puede usted contar siempre con mi protección desinteresada —que en el fondo es puro acto de justicia—, aunque este apoyo me enfríe o me enemiste, según ha ocurrido ya —con viejos amigos y camaradas…».

Al poco tiempo Río Hortega recibe una segunda carta de Cajal en la que aseguraba que Tomas, el celador, le pediría perdón y que si no lo hacía le expulsaría (a Tomás) del laboratorio. Así ocurrió o así debió de ocurrir, pues don Pío se dio por satisfecho y continúo su actividad en el laboratorio de Cajal.

La carta de Cajal

Pero las relaciones interpersonales en lugares de trabajo son, a veces, determinantes y, pasadas unas semanas la tensión se vuelve insoportable cuando a Cajal llegan rumores de que Río Hortega está hablando no bien de él a sus espaldas.

Río Hortega, ajeno a esta situación, inesperadamente (según sugiere en su libro)[14] recibe una larga carta de Cajal, una “dura carta”[15]. En ella, Cajal hace una minuciosa relación de presuntas «especies y juicios acerca de mi persona expuestos por usted siempre a espaldas mías y extremadamente desdeñosos cuando no mortificantes…» (Contadas, según escribe Cajal en la carta, por personas absolutamente veraces). En el texto, Cajal se extiende en detalles de estas presuntas injurias y termina así: «En conclusión: A fin de que nuestros respectivos laboratorios no se conviertan en campo de Agramante[16] perdiéndose el tiempo en dimes y diretes y en rencillas que pueden degenerar en enojosos choques personales, le ruego a usted que no vuelva a poner los pies en mi laboratorio. Podrá usted trabajar en el laboratorio del hospital o en el de Calandre en la Residencia de Estudiantes, mientras yo gestiono de la Junta la ampliación de un local donde pueda usted desahogar impunemente su orgullo o su mal humor…».

Muy graves debieron ser las acusaciones vertidas contra Río Hortega.

Pero el vallisoletano no tarda en contestar con otra extensa carta—fechada el 5 de octubre de 1920—.  en la que se defiende pormenorizadamente de las acusaciones que según Cajal han hecho sobre él otros miembros del laboratorio. Rechaza, una por una, todas las acusaciones, y se ofrece a un careo (que nunca tuvo lugar) con sus detractores. La carta termina con esta frase «créame don Santiago, que más que el propio disgusto, me apena el importunarle y entretenerle con minucias. De cualquier manera, puede estar seguro de que mis sentimientos hacia usted no han sufrido la más pequeña variación y de que, a pesar de inmenso disgusto mío de estos días, lamento más el suyo propio».[17]

A Cajal se le debió de plantear un típico dilema de cualquier líder de un grupo de investigación en donde los conflictos interpersonales no son excepcionales.  Es Cajal de alguna manera el que más difícil lo tenía. Estaba ya muy mayor y preocupado por la merma de sus capacidades, gozaba de un estatus moral y académico como pocas personas en este país han alcanzado, mantenía una actividad creativa y un empeño de originalidad poco habitual en una persona septuagenaria, dirigía un gran instituto de investigación en el que no solo había investigadores nacionales sino también internacionales y era, además, el presidente de la JAE, desde la que había promovido uno de los movimientos de regeneración científica más importante de la historia de este país. Con todo esto a sus espaldas, Cajal se tuvo que enfrentar a un asunto doméstico que resolvió, en realidad, de una manera que no parece descabellada.

Es cierto que expulsó a Río Hortega de su laboratorio, pero no lo dejó en la calle, sino que le apoyó para su traslado a un nuevo laboratorio en la Residencia de Estudiantes en el que, el mismo Río Hortega, reconoce que estaba mejor que en el de Cajal y en el que consiguió sus mejores logros científicos. Es cierto que Río Hortega tuvo que pagar un precio muy alto a nivel personal. El mismo Cajal debió apreciarlo así cuando, tanto en la carta de reconciliación como en posteriores momentos, le mostró su aprecio como científico, aprecio que, de una manera un poco infantil, a Río Hortega nunca le pareció suficiente. Por otro lado, Río Hortega demostró ser una persona capaz de superarse en las adversidades y tuvo la coherencia intelectual, a pesar de su resquemor con Cajal, de reconocerle en todo momento como su maestro.

Más allá de la humillación doméstica ante el conserje y ante alguno de sus enemigos, su prestigio permaneció intacto gracias sin duda a sus propios méritos, pero también por el apoyo explícito del propio Cajal, allí donde Río Hortega acudió.

Ya fuera del laboratorio de Cajal, entre los años 1920 y 1928, desarrolla lo mejor de su labor científica, en el laboratorio de Histología Normal y Patológica de la Residencia de Estudiantes. Allí crea una verdadera escuela con jóvenes que acuden a trabajar con él. Madrid en ese tiempo es el centro mundial de la neurohistología.

Tras la tormenta viene la calma

Han de pasar 5 años. Pero tras el conflicto viene la calma.

En 1925 Río Hortega es enviado en representación de la JAE para ocupar la cátedra de Cultura Española en la Universidad de Buenos Aires. Cajal presenta a Río Hortega con unas palabras muy elogiosas expresando la emoción que le supone ver que un discípulo suyo puede salir a mostrar sus importantes descubrimientos en el mismo campo de la ciencia al que él ha dedicado toda su vida.

Tres años más tarde, Río Hortega da por terminadas sus investigaciones en torno a la oligodendroglía —su otra gran aportación a la ciencia— cuyo trabajo recoge en una publicación. Cajal recibe una monografía de este trabajo dedicada por Río Hortega, y la respuesta de Cajal en una carta llena de efusivas felicitaciones no deja lugar a dudas del tremendo cambio de actitud. Esta carta, Río Hortega la muestra con sincero entusiasmo a sus amigos. Poco después Río Hortega y Cajal tienen un encuentro personal (que para Ortiz Picón discípulo de Río Hortega) marca el momento de la definitiva reconciliación.

DE 1920 A 1930, UNA DÉCADA PRODIGIOSA

Son los diez mejores años de Río Hortega. Sus años cumbre. Durante estos diez años realiza sus grandes descubrimientos y aportaciones a la ciencia. Los historiadores clasifican su labor científica en cinco grandes temas.

a) Sobre microglía. A finales de 1919, publica su primer trabajo: «El tercer elemento de los centros nerviosos: la microglía en estado normal».

b) Sobre oligodendroglía. (En 1921, publica: «la glía de escasas radiaciones: oligodendroglía»

c) Sobre la estructura de diversos órganos del cuerpo humano (Da a conocer varios artículos sobre: la constitución reticular del bazo, la fibrinogénesis en el hígado, las epiteliofibrillas, el tejido conjuntivo en los órganos amiloideos, los cuerpos de Negri, la placa motriz y otros)

d) Sobre diversas estructuras intracelulares. (Estructura del ovario, tejido muscular liso, células cancerosas, células de Paneth, banda de cierre en los epitelios, células del apéndice vermiforme, el centrosoma de las neuronas, el origen de las gliofibrillas)

e) Sobre técnicas histológicas. (Sus aportaciones técnicas se basaron en la utilización de sales argénticas, a partir del método de Achúcarro y de Bielschowsky, con los que descubrió la microglía, y la oligodendroglia, y pudo teñir selectivamente la trama reticular del tejido conjuntivo de los órganos)

Además, se produce en su vida un hecho trascendental.

A principios de esta década, sobre 1920 conoce a Nicolás Gómez Del Moral[18], su pareja. Con él convivió durante 25 años hasta su muerte. Juntos viajaron, juntos vivieron la guerra civil, se alojaron en casas de huéspedes y en casa de otros científicos y juntos emprendieron el exilio en Argentina donde pudieron crear al fin, y crearon, un hogar.

Las cartas que recibe Río Hortega de otros científicos españoles y extranjeros de la época revelan la convivencia normalizada de ambos, pues se puede leer en las cartas los afectuosos recuerdos que los remitentes dan para su familia y para Nicolás, o bien para el Sr. Gómez.[19]

Pío del Río Hortega y Nicolás Gómez del Moral comparten una vida en común. Viven sin cortapisas “fuera del armario” (en expresión actual), en el Madrid de los años 20 y 30 del pasado siglo, un tiempo en el que España empezaba a ser moderna. Y, al menos ante la comunidad científica, los testimonios biográficos y a la vista del epistolario de muchos de sus colegas, muestran la normalidad de la relación.

ESCUELA DE RÍO HORTEGA y RECONOCIMIENTO UNIVERSAL

Su ingente capacidad de trabajo, tiene como consecuencia un reconocimiento universal. Su laboratorio, es receptor de un nutridísimo número de investigadores. Su escuela se extiende a todo el mundo.

Proceden de España (una veintena de discípulos españoles alcanzaron cátedra en universidades españolas o extranjeras. Destacan los nombres de Isaac Costero Tudanca; Felipe Jiménez de Asúa; Juan Manuel Ortíz Picón o Antonio Llombart Rodríguez) pero también de Europa (Durante más de diez años, más de veinte científicos europeos de las más renombradas universidades y centros de investigación acuden al laboratorio de Río Hortega)

También de Estados Unidos y Canadá (destaca el eminente Wilder Graves Penfield[20] que se formó en España, y que prefirió el laboratorio de Río Hortega al de Cajal[21] y que, a su vez, recomendó a un amplio grupo de científicos, catedráticos ya, para completar su formación en España). Pero también investigadores de las Universidades de Alberta, Pensilvania y Harvard.

Sin olvidar a la importantísima escuela Iberoamericana. (Investigadores cubanos, uruguayos, mexicanos, peruanos y argentinos. Más de 50 profesores pasaron por su laboratorio de la Residencia de Estudiantes).

Durante esos años recibe numerosos reconocimientos internacionales: Caballero de la Legión de Honor, Miembro de honor de sociedades europeas y americanas y su candidatura al Nobel, que se produce en dos ocasiones: en 1929 y en 1934.

Su situación laboral ahora es muy distinta a la de aquella cuando estuvo retribuido directamente por Achúcarro. En 1928, es designado Jefe del Laboratorio de Histopatología del Instituto Nacional de Oncología y en 1932, obtiene por oposición la plaza de Director del Instituto Nacional de Oncología y desde ese puesto publica cinco artículos en los Archivos Españoles de Oncología, sobre tumores del sistema nervioso central, especialidad en la que alcanza también una gran notoriedad.

Poco a poco se acerca una fecha fatídica para España. La del inicio de la guerra Civil.

1936: LA GUERRA CIVIL

Río Hortega se alinea desde el principio y desde una posición de izquierdas, a favor de la República y del gobierno legalmente constituido.

Una anécdota muestra claramente cómo le perjudicó su ideología. Cuando Cajal murió en 1934, su puesto en la Real Academia de Medicina quedó vacante y Río Hortega aspiraba a ocuparlo. Su amigo Gonzalo Rodríguez Lafora[22] presenta todos los papeles necesarios: el currículum del vallisoletano, sus innumerables méritos y los avales de algunos de los más prominentes científicos del país. Sin embargo, los académicos, en su mayoría conservadores, monárquicos y muy mayores, eligen a otro candidato que, en nivel científico, no le llega ni de lejos a la altura científica de Río Hortega. Tras la decisión, Rodríguez Lafora monta en cólera al ver que el legajo con los artículos, revistas y libros presentados y que él mismo había atado y preparado junto con toda la documentación, ni siquiera había sido desatado

Gonzalo Rodríguez Lafora, acusó a la Academia de partidista, salió en defensa de Río Hortega y fue tal el disgusto que le produjo la actuación de la Academia, que llegó a pedir “el cierre de este centro de desprestigio para España”. Y devolvió su diploma y medalla de académico para poder considerarse “libre de aquella mugre científico-política” También Jiménez Díaz, en un homenaje de desagravio a D. Pío del Río Hortega, celebrado en el hotel Ritz, añadió: “Soy académico electo, pero nunca leeré el discurso de ingreso. Río Hortega tendrá el puesto que se merece en el auténtico mundo científico”.

Una tanqueta en la Colina de Chopos

La Residencia de Estudiantes (centro de estudios dependiente de la JAE, donde tenía el laboratorio Río Hortega) situada cerca de donde hoy se halla el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, estaba ocupada por un sinfín de estudiantes y por personajes de la talla de García Lorca, Dalí o Juan Ramón Jiménez. Fue este último, quién después de un callado paseo, bautizó el lugar para siempre como «la colina de los chopos». Llevaron más de 3000 plantones para replantarlos y el propio poeta participó en ello.

Todavía estaba abierta la herida provocada por la Real Academia de Medicina cuando la Guerra Civil asola España. Río Hortega, como director del Instituto Nacional del Cáncer en España, debe acudir al III Congreso Internacional contra el Cáncer que se celebra en Bruselas en septiembre, apenas dos meses después de estallada la guerra.

A la vuelta se aloja en el Colegio Español de la Ciudad Universitaria de París, (donde ya residen Blas Cabrera, Solana, Américo Castro o Baroja) Aquí recibe una carta de su amigo y colega Penfield invitándole a trasladarse a Canadá para continuar allí sus estudios sobre el Cáncer. Río Hortega declina la invitación, pero aprovecha para recomendar para ese puesto a Isaac Costero que también está refugiado en París.

Y en contra de la opinión de los compañeros del Colegio Español, Río Hortega decide volver a Madrid, que ahora se halla muy amenazada por las tropas franquistas. Su Instituto además está muy cerca de la línea del frente y sucede lo peor: es bombardeado.

Y entonces, en una acción valiente, pero insensata y muy arriesgada, Río Hortega[23] se pone un mono de miliciano encima de su impecable traje inglés y montado en una tanqueta acude al Instituto. Le acompañan: su sobrina (también investigadora) Asunción Amo del Río y su pareja Nicolás Gómez del Moral.  Y contra todo pronóstico, en medio de la guerra y las bombas, consiguen recuperar las preparaciones histológicas, ponen a salvo más de 5.000. Pero no ha terminado, Río Hortega decide que hay que salvar también el radio comprado en Bruselas para la radioterapia, y así logra recuperar el radio y también los microscopios. Todo ello corre a depositarlo en el Banco de España. Finalmente, el instituto es prácticamente convertido en escombros. Los libros medio quemados se mezclan con los cascotes.

EL EXILIO EN ARGENTINA

Es imposible permanecer en España. En noviembre de 1936 Pío del Río Hortega abandona España.

Tras una corta estancia en Paris, se dirige a Inglaterra, allí permanece, junto a su pareja, Nicolás, desde 1937 a principios de 1939, y allí es nombrado Profesor «Honoris Causa» de la Universidad de Oxford, donde había sido reclamado por el neurocirujano Cairns para llevar el laboratorio de Neuropatología en el Radcliffe Infirmary. (Un hospital de Oxford)

Estando en Inglaterra vuelve a recibir invitaciones de diversos países: Canadá, México, Venezuela y, finalmente, una propuesta de la Universidad de Buenos Aires que, a expensas de la Institución Cultural Española, le encarga impartir un curso. Río Hortega, que deseaba recalar en Argentina, acepta con la esperanza de conseguir prolongar indefinidamente su estancia. Dado su prestigio, finalmente lo logra pues no tardan en nombrarle Profesor Extraordinario de la Universidad de la Plata. Al fin, después de años de exilio, junto a Nicolás Gómez del Moral, crean en Buenos Aires, un hogar. Es el año 1940. Allí retoma su actividad y pronto funda una nueva revista “Archivos de Histología Normal y Patológica”. Y siguiendo su costumbre, recluta a numerosos discípulos, como Moisés Polak, Herberto Prieto Díaz (catedrático luego de Histología y Embriología en Buenos Aires) o Amanda Pellegrino de Iraldi (que llegó a ser la primera catedrática y jefa de patología en Europa) solo por mencionar algunos de los más destacados.

Dirige además un laboratorio construido para él por la Institución Cultural Española de Buenos Aires, que lo convierte en una réplica del de la Residencia de Estudiantes, y al que (no podía ser de otro modo) denominó: «Laboratorio Ramón y Cajal».

En Buenos aires pasa cinco años. Pero el final se acerca. Él mismo se diagnostica un carcinoma. Cuando ya está en fase terminal el gobierno de Franco le ofrece regresar, pero se niega. Muere el 1 de junio de 1945 en Argentina.

Es el propio Nicolás Gómez del Moral quien escribe a sus hermanas en España: “…hoy es el primer día que me encuentro con ánimos para escribir tras la muerte de nuestro queridísimo Pío…”[24]

EL OLVIDO

Cajal Murió en el año 1934 sin que tuviera que asistir a la destrucción de su obra (la Escuela Histológica Española) y de su país, a los que tanto amó. La dictadura de Franco se ensañó con muchos de los discípulos de Cajal que se vieron empujados al exilio, y también con su obra.

Además, la Junta de ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (la JAE) que, dirigida por Ramón y Cajal se había convertido en foco emisor de primer orden de verdadera Ciencia, fue transformada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Pero no fue un mero cambio de nombre: la ley fundacional de 24 de noviembre de 1939,[25] resumía así los fines a los que debía servir: «… Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad» lo cual llevado a la práctica, su primer director, Ibáñez Martín en su discurso inaugural en el año 1939 lo resumía así: «Queremos una ciencia católica. Liquidamos, por tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia[26]

En opinión de López Piñero, a cambio de encumbrar como héroe nacional a Santiago Ramón y Cajal, la figura de los científicos de la llamada «Escuela Española De Histología» es prácticamente desconocida, a pesar de que dos de ellos: Pío del Río Hortega y Rafael Lorente de No, fueron propuestos en más de una ocasión para el Premio Nobel.

Pío del Río Hortega —Neurocientífico vallisoletano universal— descansa desde 1986 en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de Valladolid. Su cuerpo fue amortajado con la toga de profesor “honoris causa” por Oxford y una insignia republicana en la solapa.

RECONOCIMIENTO Y LEGADO CIENTÍFICO

Este año, 2022, se cumple el 140 aniversario del nacimiento de Pío del Río Hortega. Es momento de realizar un justo reconocimiento de su trabajo y su legado. Recientemente se ha publicado el libro de Elena Lázaro Real: Un científico en el armario, lo que ha propiciado la celebración de diversos actos de presentación que se han convertido en homenajes. Otros actos realizados en su recuerdo también han contribuido a la recuperación de su figura. En la misma línea se ha escrito este pequeño trabajo. Pero faltan reconocimientos, todavía hay mucha gente que no sabe quién es, el reconocimiento sería completo cuando todos conociéramos su vida y su obra, mientras tanto sólo será el nombre de una calle, el de un instituto o el de un hospital.

En cuanto a su legado, podríamos quizá contemplarlo en dos vertientes. El archivo de Pío del Río-Hortega fue localizado en el desván de la farmacia de Portillo, propiedad de Julián del Río-Hortega, y fue trasladado a Valladolid. Este legado fue recopilado probablemente por Felisa del Río-Hortega, hermana del histólogo.

El legado está compuesto por 1.015 documentos y cartas fechados entre 1902 y 1945 publicadas en parte, las que abarcan desde 1902 a 1930, pero queda pendiente el periodo de 1931 a 1945. El archivo incluye 150 fotografías y una colección de muestras histológicas. Actualmente propiedad de su sobrino nieto: Dr. Juan del Río-Hortega, (Todo este legado ha sido cedido temporalmente al Archivo Histórico de la Sociedad Española de Neurología)

Pero más allá del legado físico de documentos personales y preparaciones que se conservan, queda su inmenso trabajo: recogido en más de 130 publicaciones técnicas, y su azarosa vida y obra ha propiciado la aparición de más de 60 estudios, notas y testimonios.

Y este inmenso trabajo ha generado su mejor legado. La semilla que dejó fructificó en sus discípulos. Sobre todo en aquellos de Iberoamérica, donde el desarrollo de la neuropatología se debió a los discípulos de Río Hortega, cuyos años en Argentina, permitieron que un nutrido número de profesionales latinoamericanos pudieran enriquecerse con sus conocimientos. Allí en Buenos aires, puede verse parte de su legado: en el departamento de Neurocirugía del Hospital Oftalmológico Santa Lucía[27].

Sin olvidar que sus estudios sobre la microglía son la base bien cimentada de los recientes trabajos sobre diferentes patologías neurodegenerativas. Hoy son en torno a tres mil trabajos anuales sobre microglía los que se vienen realizando. Y en relación a la oligodendroglía su estudio fue esencial para la investigación moderna de enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como la esclerosis múltiple, enfermedad que se produce por la desmielinización de las células, (recordemos que era la oligodendroglía la célula que, emitiendo prolongaciones, envolvían y protegían los axones de las neuronas, sin esta protección las señales que transmiten los nervios no se realizan bien y los músculos se van paralizando). Estudiando la pérdida de la mielina se comprende mejor cómo se puede volver a mielinizar y, por tanto, se comprende mejor la posible cura.

En realidad, aquellas técnicas sentaron las bases de la observación de la neurociencia de nuestros días. Entonces conseguían teñir o las neuronas, o los astrocitos, o las células gliales con colorantes argénticos diferenciándolas del resto. Y hoy, consiguen teñir con colores fluorescentes cada tipo de célula del cerebro, pero con una técnica totalmente distinta: la manipulación genética (técnica de brainbow).

Con estas técnicas se están desarrollando proyectos conjuntos a nivel europeo cuya finalidad es facilitar el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades neurológicas. Y no sólo eso, sino que se están obteniendo mapas cerebrales fisiológicos que ayudan a comprender como funcionan los procesos más elementales: los relativos al aprendizaje, los sentimientos, los comportamientos… Toda una verdadera revolución científica, a cuyos cimientos contribuyó considerablemente Pío del Río Hortega.

© Juan Pedro Fernández Romero


[1]   El sistema nervioso a escala celular está conformado por cuatro tipos de células: la neurona (célula principal cuya función primordial es recibir, procesar y transmitir información a través de señales químicas y eléctricas) y un grupo de tres células, denominado en conjunto neuroglia, (cuya función —hasta el descubrimiento de Río Hortega— se creía era de mero soporte de las neuronas, ya que el tejido nervioso carecía de tejido conjuntivo de sostén). Cajal destacó en el estudio de las neuronas y, un amplio grupo de científicos —en el que sobresalió

 Río Hortega— se esforzaron en investigar la neuroglia.

[2]  Ver, por ejemplo: https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_de_la_neurona

[3] Realmente (entre otras funciones) nutren a las neuronas. Haciendo de intermediario, algunas de sus prolongaciones penetran en los capilares del cerebro y desde allí importan nutrientes que los vierten a las neuronas.

[4] P. DEL RÍO HORTEGA., La microglía y su transformación en células en bastoncito y cuerpos granulo-adiposos. Trabajos de laboratorio de Investigaciones biológicas 18, 37-82 (1920) (Visto en reproducción en LÓPEZ PIÑERO, JOSÉ Mª Pío del Río Hortega. Biblioteca de la ciencia española. (Fundación Banco Exterior), 1990.

[5] Véase nota anterior.

[6] P. DEL RÍO HORTEGA., Tercera aportación al conocimiento morfológico e interpretación funcional de la oligodendroglía. Memorias de la Sociedad Española de Historia Natural 14, 5-122 (1928) (Visto en reproducción en LÓPEZ PIÑERO, JOSÉ Mª Pío del Río Hortega. (pág. 165) Biblioteca de la ciencia española. (Fundación Banco Exterior) 1990

[7] CANO DÍAZ, P. Una contribución a la ciencia histológica: la obra de Don Pío del Río Hortega, (pág. 156) Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1985

[8] LÓPEZ PIÑERO, JOSÉ Mª (Edición de). Pío del Río Hortega (pág. 39) Biblioteca de la ciencia española. (Fundación Banco Exterior), 1990

[9] PIO RÍO HORTEGA, epistolario y otros documentos. (pág. 39) primera parte (1920-1930). cuadernos Río Hortega de historia de la medicina. Universidad de Valladolid.  ediciones del seminario de historia de la medicina. 1993

[10] Ver LOPEZ PIÑERO (Ibidem) pág. 79 y siguientes

[11]  Para ver con mayor detalle este proceso, véase el ensayo de J.M. Ortíz Picón, discípulo de Río Hortega en ORTÍZ PICÓN, J.M.  Cinco ensayos históricos sobre biología Ed. Garsi 1988 pág. 39-50.

[12] CANO DÍAZ, P., Una contribución a la ciencia histológica: la obra de Don Pío del Río Hortega, (pág. 42) Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1985.

[13]  Para esta referencia alusiva a cartas dirigidas por Río Hortega, ver: RÍO HORTEGA, Epistolario y otros documentos. Primera parte (1920-1930).

[14] Del RÍO HORTEGA, P., El maestro y yo. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. CSIC, 1985.

[15] FERNÁNDEZ SANTARÉN, J.A. Santiago Ramón Y Cajal.  Epistolario. (Pág. 138) La esfera de los libros.  2014.

[16] El Campo de Agramante es una frase hecha, antigua, aparece ya en El Quijote. En su significado actual indica desorden, discordia o división de pareceres. Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_Agramante

[17] FERNÁNDEZ SANTARÉN, J.A. Santiago Ramón Y Cajal.  Epistolario. (Pág. 141) La esfera de los libros.  2014.

[18] LÁZARO REAL, E., Un científico en el armario. Pío del Río Hortega y la historia de la ciencia española. Colección El Café Cajal. Next Dolor Publisher. 2020

[19]  PIO RÍO HORTEGA, Epistolario y otros documentos. primera parte (1920-1930). cuadernos Río Hortega de historia de la medicina. Universidad de Valladolid.  ediciones del seminario de historia de la medicina. 1993.

[20]Ver, por ejemplo: Wilder G. Penfield (1891-1976)   https://www.historiadelamedicina.org/penfield.html

[21]FRESQUET FEBRER, JOSÉ L., Universitat de València, diciembre, 2020.- HISTORIA DE LA MEDICINA.  WILDER G. PENFIELD (1891-1976). Consultado en: https://www.historiadelamedicina.org/penfield.html

[22] ALONSO, JOSÉ RAMÓN Consultado (10/04/2022) en https://jralonso.es/2014/04/12/don-pio-la-glia-y-la-guerra/

[23] ALONSO, JOSÉ RAMÓN Consultado (10/04/2022) en https://jralonso.es/2014/04/12/don-pio-la-glia-y-la-guerra/

[24]  LÁZARO REAL, E., Un científico en el armario. Pío del Río Hortega y la historia de la ciencia española. Colección El Café Cajal. Next Dolor Publisher. 2020

[25] REVISTA ARBIL Consultar Arbil, nº123 La ACdP y los 70 años del C.S.I.C.

[26]  Ibidem.

[27]  Sosa P., Dujovny M., Cremaschi F., Onyekachi I., Sockwell N.  Pío del Río Hortega, su legado en Latinoamérica. En: https://www.researchgate.net/publication/276471791_Pio_del_Rio_Hortega_su_legado_en_Latinoamerica

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