SABIO, NATURALISTA, AUTODIDACTA
Por Juan Pedro Fernández Romero
Son la resistencia. Pastores y ganaderos de montaña. El pastoreo tradicional, totalmente extensivo en el Alto Aragón, se agrupa en una docena de asociaciones. Son una voluntad social de luchar por mantener oficios históricos que repercuten directamente en la preservación del paisaje y la defensa de la producción y el consumo de alimentos locales. Son estas asociaciones quienes, en reconocimiento a su labor, han recibido en febrero de 2023 el XXV galardón del Premio Félix de Azara, que otorga la Diputación Provincial de Huesca.
El premio reconoce un importante esfuerzo de divulgación. Pero, a pesar de la abundante bibliografía que se ha escrito sobre este marino y explorador de finales del siglo XVIII. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir que sabemos quién fue Félix de Azara?
Hablar de Félix de Azara es hablar de la preocupación por el medio ambiente — lo que le une al premio que lleva su nombre—. En este sentido es un adelantado a su tiempo: “…Donde viven hombres —colonos— ni árboles, ni plantas, ni animales quedan” llegó a lamentar en sus escritos. Y también de su preocupación por los hombres y mujeres naturales de las regiones que exploró: “…el perverso e inicuo dominio sobre los indios” dejó escrito. Azara se sublevaba contra el abuso de los hacendados sobre las tribus indígenas.
Félix de Azara —nacido en 1742— pertenece al siglo de la Ilustración, que es también el de grandes viajes científicos, donde destacan excelentes naturalistas españoles como Celestino Mutis, Hipólito Ruiz, José Pavón y, militares de la Armada que alcanzan una relevancia científica excepcional, (algunos historiadores la denominan la Armada ilustrada), en la que sobresalen figuras como Jorge Juan y Santacilia, Antonio de Ulloa, Alejandro Malaspina y Félix de Azara[1].
Este último, habiendo cursado una carrera de topógrafo militar, llegará a ser, de manera imprevista, un experimentado antropólogo, zoólogo, cartógrafo y escritor.
Convendrá entonces empezar por el principio.
UN MILAGRO, PROBABLEMENTE
Félix de Azara[2]nació en Barbuñales, un pequeño pueblo de Huesca, no lejos de Barbastro, el 18 de mayo de 1742, en el seno de una familia ilustre. Su padre, Alejandro de Azara Loscertales era el señor de Lizana. Su situación le permitió cursar estudios desde muy joven, de tal manera que a los once años ingresó en la Universidad de Huesca realizando estudios de Filosofía, Artes y Legislación. Luego, en contra de los deseos familiares, se decidió por la carrera militar, durante la cual estudió matemáticas con tan buen resultado que al finalizar su tercer año, en 1769, fue ascendido a “subteniente de Infantería e ingeniero delineador de los ejércitos nacionales, plazas y fronteras”. Desde ese año y hasta 1774 trabajó ejerciendo labores de ingeniería hidráulica y reconstrucción de fortificaciones.
Fue al año siguiente cuando su unidad se incorporó a la expedición contra Argel. Si Félix de Azara llegó a ser un excelente explorador de Sudamérica al servicio de la corona de España[3]fue debido a un hecho un tanto milagroso.
Sucedió en Argel, en 1775, durante el transcurso de una acción de guerra promovida por el monarca español Carlos III. Un año antes, y pese a los tratados de paz y comercio, Marruecos había emprendido ataques a Melilla y el resto de plazas fuertes españolas en la costa mediterránea. España logró romper el asedio marroquí de Melilla y el gobierno de Carlos III decidió enviar una expedición anfibia a la costa norteafricana para tomar Argel, con la intención de demostrar al sultán Mohammed III que España no vacilaría en su determinación de conservar sus territorios.
Pero nada salió bien. Hubo una tremenda confusión en la trasmisión de órdenes. El desembarco de las tropas no se realizó ni en el lugar previsto, ni a las horas dispuestas. El resultado fue catastrófico. Los soldados españoles, una vez en las playas argelinas, quedaron prácticamente a merced de las balas enemigas, impedidos para retroceder y sin poder avanzar. Constataron en sus propias carnes el hecho de que no se hallaban en el lugar adecuado. Sus cañones, hundidos en la arena, no podían ser movidos y desde esas posiciones sus balas no llegaban a alcanzar a las posiciones enemigas. Toda su artillería resultó inútil.
A las tres de la tarde, los españoles habían sufrido seiscientos muertos y mil ochocientos heridos; para entonces habían desembarcado entre doce y dieciséis mil soldados, que no habían logrado salir de las playas y se encontraban todavía a ocho kilómetros de distancia de la ciudad objetivo de la invasión. Las bajas eran excesivas y los atacantes aún tenían que superar tres campamentos enemigos antes de alcanzar Argel.
A las cuatro de la tarde, en un consejo de guerra de todos los mandos, se optó por la retirada. El reembarco comenzó al anochecer. La arena costera quedó repleta de cadáveres. Y allí, en la playa, quedó el joven teniente del Cuerpo de Ingenieros, Félix de Azara. Herido de bala en el pecho e inmóvil, fue dado por muerto.[4]
No fue sino al final de toda la operación de reembarco cuando, un compañero, se percató de que uno de los cuerpos abandonados sobre la arena se movía. Acudió a él, comprobó que estaba vivo y le procuró auxilio. En el último momento se obró el milagro y aquel soldado tendido sobre la arena, en apariencia muerto, fue rescatado.
Luego, en el barco, un osado marinero, le extrajo la bala de cobre de entre las costillas con su propio cuchillo. Aunque esas heridas le supusieron la pérdida de una costilla y no se llegaron a cerrar hasta pasados cinco años, Félix de Azara sobrevivió para construir una extraordinaria peripecia vital.
VIAJE A LA AMÉRICA MERIDIONAL
Apenas siete meses después de la batalla de Argelia, El 5 de febrero de 1776, Félix de Azara fue ascendido a capitán de Infantería e Ingeniero Extraordinario, pero la grave infección que se derivó por la herida del pecho, le tuvo convaleciente hasta 1780.
Por esa época, España y Portugal se hallaban en constante litigio por determinar, exactamente y sobre el terreno, sus posesiones en América. Desde 1492, la conquista y posesión del Nuevo Mundo fue origen de disputa y enfrentamiento entre la corona española y la portuguesa. Ambos reinos rivalizaban por el dominio de los territorios en América del Sur.
El viejo tratado de Tordesillas, sancionado por el Papa Alejandro VI el 7 de junio de 1494, concedía a España las tierras situadas al Oeste del meridiano situado trescientas setenta leguas al oeste de las islas de Cabo Verde y a Portugal, las situadas al Este. Pero una cosa es acordar un escrito y otra bien distinta establecer sobre el terreno por dónde transcurre exactamente, ese meridiano. Para agravar la cuestión —además del hecho de que las partes no cumplían las cláusulas establecidas— las potencias europeas mostraron extraordinario interés en lucrarse también de este reparto.
En el siglo XVIII, el problema de la fijación de límites se envenenó y se declaró la guerra entre España y Portugal. Pero la guerra no resolvió nada. Las partes admitieron unas “tablas” y firmaron el Tratado de San Ildefonso en 1777. Su objetivo, de nuevo, era fijar unas fronteras — de común acuerdo— y establecer un mapa consensuado. Para esta labor era preciso desplazar a América del sur, expertos topógrafos integrados en sendas comisiones a designar por España y Portugal.
El nuevo tratado cambia el destino de Félix de Azara. La corte de Madrid elige al joven ingeniero militar de 34 años, Félix de Azara, para dirigir una de las cuatro “Comisiones de Demarcación” que se designan a fin de establecer los límites de ambas naciones sobre el terreno. Se le agrega, para ello, al Cuerpo de Marina, en calidad de teniente coronel de Ingenieros.
De inmediato se prepara para realizar el viaje a la América Meridional. Esto sucedía el 11 de septiembre de 1780. No imaginaba Félix de Azara que ese viaje, que debería durar unos meses, se iba a prolongar durante ¡veinte años!
BANDEIRANTES
Mientras todo esto sucedía, gentes de diferentes países llegaban a las costas atlánticas del actual Brasil y desde el territorio del actual Sao Paulo iniciaban una conquista de los territorios situados en los desconocidos confines del occidente de este país. Se agrupaban en compañías o banderas—como las llamaban— grupos armados constituidos por todo tipo de aventureros, soldados de fortuna, prófugos huidos de la justicia, colonos con mujeres y niños y ganado, que se desplazaban hacia la selva y se establecían en lo que decían era tierra de nadie. Los bandeirantes eran colonos ilegales que ocupaban, colonizaban y defendían el territorio conquistado, que quedaba a partir de ese momento bajo dominio portugués. Pronto comenzaba el sometimiento de los pueblos indígenas y la labor de explotación de los recursos de esas zonas (uno de los más potentes fue la extracción de oro y diamantes que contribuyó en gran manera a ser motor de la economía portuguesa).
La corona española, por el contrario, llevando a cabo una desacertada política, conquistaba mucho más de lo que poblaba. Y así, amplios territorios —sin defensores, ni apenas pobladores— quedaban a merced de nuevos conquistadores. Este hecho, y la acción de los bandeirantes, permitió a Portugal hacerse con buena parte de los territorios adjudicados a España y explica la inmensidad de Brasil bajo dominio portugués.
Este era el problema de las fronteras cuando llegó Félix de Azara a América del sur. Por más tratados que se firmaran, los portugueses no abandonaban el territorio ocupado. Solo una mínima resistencia se oponía a ello, la de las zonas ocupadas por las misiones jesuíticas españolas que se negaban a pasar a manos portuguesas, pero eran solo “islas” de territorio hispano en suelo ocupado por Portugal. En realidad, nadie —ni virreyes, ni funcionarios— conocía los límites geográficos sobre los cuales aplicar su autoridad.
LLEGADA DE FELIX AZARA
El mapa de América del sur expuesto aquí es el que se encontró Azara cuando llegó a su destino. Las posesiones españolas en América del Sur se dividían en tres virreinatos, (del Río de la Plata, del Perú y de Nueva Granada), y dos capitanías (la capitanía de Chile y la de Venezuela). El resto era la tierra ocupada por Portugal hasta la línea occidental que se estableció en el tratado de Tordesillas.
Félix de Azara llegó a Río de Janeiro el 12 de marzo de 1781 y a Montevideo el 13 de mayo del mismo año. Le recibió el virrey Don Juan José de Vértiz y Salcedo, que ocupó el cargo desde 1778 hasta 1784 y durante su mandato tuvo que hacer frente a los desafíos de la colonización bandeirante hacia el oeste, los ataques indígenas y la actividad de los comerciantes ilegales. El virrey se reunió con los comandantes de las comisiones demarcadoras y les comunicó que debían iniciar sus trabajos para la demarcación, junto con los comisarios portugueses, de los límites exactos de las posesiones de España y Portugal según los acuerdos de 1777.
La buena disposición de las autoridades portuguesas hacía presagiar que pronto se iniciarían los trabajos conjuntos de delimitación de la frontera. Al decir de Félix de Azara “solo se trataba de fijar, conjuntamente con los comisarios portugueses, y con arreglo al tratado preliminar de paz de 1777, la línea de demarcación de nuestras posesiones respectivas, desde el mar, un poco más allá del Río de la Plata, hasta aguas abajo de la confluencia de los ríos Quaporé y Mamoré, desde donde se forma el de la Madera, que vierte en el Marañón”.[5] El trabajo encomendado parecía relativamente fácil. Pero el problema era otro. España había designado cuatro «Partidas de Demarcación» y Félix de Azara comandaba la Tercera Partida. En la fecha convenida, todos los comisionados españoles estaban allí. Los portugueses, no.
Azara recibió órdenes de trasladarse a Asunción, capital de la provincia del Paraguay, lo que realizó a principios de 1782. Allí aguardó algo más un año hasta que (diciembre de 1783) le llegaron noticias de que los portugueses se dirigían ya al punto de reunión. Después de un año perdido comenzarían a trabajar. Fue entonces cuando Félix de Azara constató en primera persona que los portugueses no tenían ninguna voluntad de dar cumplimiento al Acuerdo de San Ildefonso de 1777.
El mismo Félix de Azara escribió «En vez de iniciar la fijación de límites, los portugueses no hacían sino prolongar la situación hasta el infinito; por sus dilatadas consultas a la corte y pretextos fútiles y ridículos para impedir la ejecución de lo ordenado»[6].
Esto provocó la parálisis definitiva de los objetivos de la expedición.
Mientras, el hecho de no fijar la frontera, suponía no frenar el avance conquistador de Portugal y facilitar la labor de los bandeirantes y además, conforme al derecho internacional de la época, la aplicación del “uti possidet is juri” (quien posee de hecho, debe poseer de derecho) se fue imponiendo por obra de la diplomacia portuguesa.
El objetivo de las Partidas de Demarcación se truncó. Hasta nuevas órdenes, la misión quedaba en suspenso. ¿Qué hacer entonces? La reacción de los comandantes de las cuatro partidas de demarcación españolas ante este evidente colapso fue muy diferente. José Varela y Ulloa, (de la Primera Partida) se dedicó —por orden de la corona— a la defensa de la posición diplomática española y se vio envuelto en interminables y estériles polémicas. Diego de Alvear (Segunda Partida) se casó con una rica criolla, se desentendió del asunto y acabó convirtiéndose en un gran propietario de ganado, Juan Francisco de Aguirre (Cuarta Partida) optó por llevar a cabo estudios históricos. Y Félix de Azara, en su calidad de comandante de la tercera partida eligió, sin duda, la opción más llamativa: dedicó su tiempo a la observación científica de la naturaleza, algo que entendió como una actividad rentable para beneficio del Estado y también su para su satisfacción intelectual: “Tal fue así que intenté sacar el mejor partido posible del largo tiempo que iban a suponer estos retardos”[7]
No perdió más tiempo. Desde su base en suelo paraguayo, partiendo de la ciudad de Asunción, inició sus viajes de exploración. Pero como no olvidaba su originaria misión, también se encargó de hacer, por su parte, las tareas de demarcación que desde el principio le fueron encomendadas.
LOS VIAJES DE EXPLORACIÓN
Los viajes de exploración siempre han sido penosos, difíciles, carentes de toda comodidad, y cuando se lee el libro de Viajes por la América meridional[8]de Azara, esto se llega a palpar en sus páginas. Cuando iniciaron los viajes ante ellos se extendían amplias zonas de naturaleza inexplorada
Es partir de ese momento cuando sale a flote en Azara, el hombre ilustrado que era. Pese a las penalidades y sufrimientos del viaje, comienza una tarea de aguda observación. Anota todo cuanto ve, todo cuanto le relatan, toda cuanta información llega a su mano y así va recogiendo en sus diarios numerosísimos detalles sobre historia natural de las zonas por las que transita y los pueblos que las habitan.
Comienza a conocer de primera mano el territorio. Apunta brevemente las particularidades de las ciudades, villas, aldeas y parroquias que atraviesa. Llega a las misiones jesuíticas, es testigo de los medios empleados para «civilizar» (someter, al decir de Azara, a los indígenas) y muestra su total disconformidad. Se muestra a favor de los pueblos indígenas, a los que reconoce el derecho a la educación, frente a la acción de los jesuitas.
Cuando llega a Asunción en febrero de 1784, hace la primera descripción ampliade esta ciudad. Vuelca en su diario toda la información que recopila y anota observaciones breves pero interesantes, acerca de cultivos, comercio, costumbres, formas de vida, vestimentas, medios de pago, artes de pesca, instrucción pública, tabaco y alimentación. Da cuenta, con especial énfasis, de que la lengua de uso corriente en la población local es el guaraní.
Sus observaciones, recogidas en sucesivos diarios, fueron reunidas en la Geografía Física y Esférica del Paraguay y Misiones Guaraníes, obra que terminó en 1790 y constituye la primera gran descripción geográfica de Paraguay.
Pasan los años. Envía cartas a las autoridades, solicitando permiso insistentemente para comenzar con sus tareas de demarcación —aún sin la participación de los portugueses— y tratar de afianzar territorio. Aporta mucha información sobre el avance de bandeirantes, que quiebra flagrantemente el último tratado de paz firmado. Pero no hay respuesta por parte de España que, al parecer, sigue a la espera de la designación de comisarios portugueses para la demarcación. En estas circunstancias, muchos de los viajes que realiza Félix de Azara para conocer el país los hace sin autorización y a sus propias expensas. Oculta aparatos de medida para no levantar sospechas y, a escondidas, traza los mapas de fronteras entre Paraguay y Portugal.
Casi diez años después verá compensado el fruto de este trabajo. Cuando al fin se publica la Real Resolución que establecerá los límites entre Paraguay y Portugal, se realiza según los criterios que él había proyectado en sus mapas. Su viaje a Paraguay, que había sido proyectado para unos meses, se había prolongado durante siete años, hasta 1790.
Simultáneamente, a la par que su tarea cartográfica, Azara ha venido realizando estudios sobre las plantas y los animales que ha ido observado. En sus diarios de viaje queda reflejada esta actividad y fruto de ella serán varios tomos de precisas descripciones de aves y mamíferos de Paraguay. Félix de Azara, ingeniero y cartógrafo militar se ha convertido en naturalista.
EL NACIMIENTO DE UN NATURALISTA.
Así, de manera no buscada, es como nace en Félix de Azara un naturalista. En todos sus recorridos, por selvas, caminos y llanuras, toma muestras, dibujos y notas sobre los seres vivos que salen a su paso. Al modo más genuinamente naturalista escribe y analiza usos y propiedades de plantas tanto silvestres como cultivadas; recolecta y describe todo tipo de insectos, y señala los que son venenosos. Anota observaciones de reptiles y anfibios. Y sobre todo, de manera muy especial, observa cuidadosamente a las aves y lo cuadrúpedos.
Surgen de esta manera dos de sus mejores libros: Apuntamientos para la Historia Natural de los Cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata (Que no sería editado hasta 1805) y Apuntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay y de Río de la Plata.
Azara no se limita realizar descripciones morfológicas y anatómicas —describe más de 400 especies zoológicas— sino que también detalla la conducta de más de 50 especies de animales (carnívoros, roedores, perisodáctilos, reptiles lagomorfos y quirópteros) y explica un amplio conjunto de conductas reproductivas, defensivas y alimenticias, entre otras.
Su nivel de detalle no difiere del de los mejores exploradores de la época:
“…La primera especie come solo hormigas; para lo cual escarba con las uñas el hormiguero, y como al momento salen al reparo y defensa las hormigas a borbotones, arrastra sobre ellas la lengua sacándola y retirándola con las que se pegaron. Repite esto con tal prisa, que en un segundo de tiempo saca y mete la lengua casi dos veces, sin introducirla jamás en los hormigueros según he visto” [9]
Habla aquí del oso hormiguero (Myrmecophaga tridactyla) elyurumí en lengua guaraní y hace mención también de la poca defensa que el oso hormiguero puede oponer al ataque del Yaguareté, el jaguar (Panthera onca). Y es en el empleo de estos términos locales (yurumí, yaguareté…) en lengua guaraní, donde radica gran parte del problema para la difusión de sus obras. Félix Azara no llega a conocer la nomenclatura binomial según la clasificación de Linneo (nombrando género y especie para cada espécimen) que se ha impuesto en los estudios zoológicos de toda Europa.
Cuando da por terminada su obra acerca de los pájaros del Paraguay (Apuntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay y del Río de la Plata) en la que describió 448 especies, de las cuales la mitad eran nuevas, en 1789 la envía a España a la atención del conde de Floridablanca (Secretario de Estado de Carlos IV en ese momento) y la acompaña con todas sus notas y409 ejemplares de aves para ampliar el gabinete de historia natural de Madrid.
El conde de Floridablanca recibe la colección y la envía a su vez al Real Gabinete de Historia Natural. Pero allí, su subdirector, el naturalista José Clavijo Fajardo, al comprobar que las especies que recibe van etiquetadas con los nombres vernáculos, entiende que no son válidas y toma la desdichada decisión de eliminar todas las muestras recibidas. Gran parte del trabajo de Félix de Azara se pierde.
El Conde de Buffon
Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, junto con Karl Von Linneo fueron los naturalistas de referencia de la época. Buffon estaba realizando desde años atrás una gran obra descriptiva de zoología, tomando como modelos todos los animales que albergaba en el Gabinete Real de París. Llegó a completar, nada menos que 44 volúmenes en su primera edición, su L’Histoire Naturelle, genérale et particulière, avec la description du Cabinet du Roi, 1749-1788. Esta obra estaba siendo traducida al español, precisamente, por el naturalista Clavijo Fajardo, quien recibió peticiones por carta de Félix de Azara para que le enviara alguna copia.
Azara, que no disponía prácticamente de ningún libro especializado donde consultar, había solicitado a Clavijo Fajardo la obra traducida de Buffon y cuando le llegó (aunque incompleta) en 1796 la recibió con entusiasmo y con cierto temor. La ingente labor realizada por Buffon parece superarle. En la introducción de su obra sobre los Cuadrúpedos escribe:
“Suspendí sin embargo por algún tiempo este nuevo, odioso y difícil trabajo, juzgándole superior á mis luces; y pareciéndome que, para desempeñarlo bien, era preciso haber leído los autores de que se valió Buffon y no los tengo, ni más conocimiento de sus obras que lo que se lee en las citas de Buffon”[10]
Azara constata la imperiosa necesidad consultar obras zoológicas especializadas de las que nunca llegó a disponer. Es en ese contexto de dificultades y escasez en el que Azara llevó a término su encomiable tarea. No obstante, cuando examina el tratado de Buffon, pone de manifiesto ciertas discrepancias con parte de su contenido. Aprecia que algunas descripciones no son correctas.
Muchas de las especies americanas que él conoce bien y que aparecen en la obra de Buffon, contienen errores. Piensa que Buffon no conoce directamente las especies americanas que describe y sospecha que el naturalista francés no debe haberlas visto nunca en su medio natural. (De hecho, ya sabemos que Buffon solo había trabajado con las especies disecadas que había en el gabinete real). Azara se decide a completar y corregir algunas de las descripciones de especies zoológicas sudamericanas. Encuentra que buena parte de la documentación histórica se compone de noticias vulgares, falsas o equivocadas; que en lo general no se daba idea exacta de las magnitudes, ni de las proporciones; que se reunían a veces «bestias» diferentes, embrollándolas; y que en ocasiones se multiplicaban las especies…En definitiva, un naturalista aficionado estaba corrigiendo al zoólogo de referencia de la época en Europa. De hecho, hay constancia de que Azara, creyendo que Buffon vivía aún, pensó al principio escribir una especie de complemento de su obra que proyectaba llevarle personalmente a París. (Azara examinó la obra en 1796 y el naturalista francés había fallecido ocho años antes).
Mientras tanto, su gran interés por los animales, y en especial los cuadrúpedos, de los que hace detalladas descripciones, Azara envía precisamente al traductor español de Buffon, sus primeras observaciones, pero, “sea por ignorancia, sea indolencia”, escribe Walckenaer, Clavijo no hizo uso alguno de las comunicaciones de Azara, “y ni siquiera le contestó” según cuenta su primer biógrafo, Charles-Athanase Walckenaer [11].
Félix de Azara, precursor de Darwin
Hay que imaginar a Azara en su devenir vital, estudioso autodidacta de la Naturaleza, reflexionando acerca de numerosas cuestiones biológicas en las soledades de las selvas de América del sur. No pasa desapercibida para él, por ejemplo, la pérdida de suelo agrícola por erosión hídrica. Así, indica que, al eliminar la original cubierta forestal protectora, las lluvias arrastran la tierra y dejan la roca al descubierto, de modo que el suelo “…queda hecho una sola peña”. Ni los efectos nocivos de los incendios repetitivos sobre la diversidad de la flora y la fauna, ni el efecto de exceso reiterado de ganadería sobre un mismo territorio. (Félix de Azara también habría premiado a los ganaderos de Huesca).
También aprecia la importancia de dar usos adecuados al suelo. En la expedición a Curuguaty, Félix de Azara advierte que la zona no es favorable para la vida humana y menos para el ganado, lo que atribuye principalmente, a la falta de nutrientes en el suelo.
Félix de Azara se sitúa en la protohistoria de diversas disciplinas de las ciencias naturales más modernas. Se ha convertido en un agudo naturalista a la altura de cualquier otro de la época.
Contemplando las razas de bueyes y caballos que los colonos han podido conseguir a través de ir eligiendo ejemplares de los cruces de ciertas variedades, reflexiona sobre la selección artificial, algo sobre lo que luego meditaría también Darwin. En su obra «Apuntamientos para la Historia Natural de los Cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata» no sólo corrige la identificación y descripción de muchas especies sudamericanas hechas por Buffon.
Azara[12] también desarrolla argumentos contrarios a la tesis de Buffon el cual esgrimía que era el clima sudamericano lo que estimulaba la degeneración de los seres vivos para producir especies. Muy al contrario, Azara desecha la idea de esa influencia climática y de manera sorprendente apela al surgimiento de variaciones hereditarias fortuitas. Esta teoría completamente alternativa a la teoría de la degeneración propuesta por Buffon fue retomada por la mayor parte de los naturalistas anteriores a Darwin.
Muchos autores han estudiado la obra de Félix de Azara y sus ideas en relación con la Evolución biológica. Coinciden en que, de manera general, Azara es un precursor de Darwin y que influyó, o al menos inspiró, algunas de sus ideas.
Olivier Baulny, estudioso y biógrafo de Félix de Azara, tituló así uno de sus libros: “Félix de Azara, precursor de Darwin”. Y Albiac Blanco[13], asegura que «Azara, que ha observado directamente la naturaleza, llega conclusiones sorprendentes, tales como que en la naturaleza se opera una labor de selección natural de la que resultan sucesivas adaptaciones de orden interno que modifican la especie», lo cual es realmente muy aproximado a lo expresado por Darwin, decenas de años después. También el profesor Enrique Álvarez López[14], se esfuerza por demostrar las ideas transformistas de Félix de Azara. El catedrático de Geografía Humana, Horacio Capel, de la Universidad de Barcelona, resume en su libro «Tras las huellas de Félix de Azara» que: «Azara razonó, varios decenios antes que Darwin, de forma similar a como lo haría este y obtuvo conclusiones semejantes que, sin embargo, no generalizó».
Darwin dispuso de las dos obras zoológicas capitales de Azara y, es muy posible, que entre los libros que llevó consigo al viaje del Beagle, estaba «Viajes a la América Meridional”. En su gran obra “El origen de las especies” plantea de manera explícita y elabora una fundamentación teórica acerca de lo que los ejemplos de Azara ya demostraban.
Félix de Azara, sin estudios previos de historia natural y de preparación específica para su investigación, carente de conocimientos actualizados sobre las clasificaciones sistemáticas, no llegó a establecer una teoría capaz de explicar el proceso evolutivo.
ÚLTIMOS AÑOS EN SUDAMÉRICA 1796 A 1801
Todas estas reflexiones se superponían a su devenir diario. Y, sobre todo en su etapa final en Sudamérica, inmerso en un clima social algo tóxico. Después de diez años paralizado, ya en1796, Azara ha visto lo suficiente como para estar completamente decepcionado. Está cansado de observar ciertas irregularidades administrativas. Llega a comprobar que hay sobornos por parte de los portugueses sobre algunos funcionarios de alta jerarquía de la administración paraguaya. El propio gobernador de Paraguay, que ha recibido fabulosos regalos del gobernador de Matto Grosso, se alía para favorecer los intereses de Portugal. Para Azara es como si se estrellara contra un muro. Son situaciones que Azara denuncia. Sorprendentemente no recibe respuesta. Se cansa, no puede seguir allí y solicita su relevo urgente, un traspaso a otro destino.
“…V. E. con mayores luces podrá determinar si he de licenciar mi partida en caso de que no aparezcan los portugueses en agosto y septiembre —todavía parecía albergar alguna esperanza de la llegada de los portugueses— no pareciendo los lusitanos en dicho tiempo, retiraré los auxilios que se les tiene prontos en el camino de Igatimí, y toda mi partida, a la Asunción, reuniendo la animalada en la estancia más próxima que pueda a esta villa: pues de este modo se ahorrarían 6.000 pesos anuales…”
Azara envía cartas tanto al virrey como a España sin recibir respuesta. Y cuando el virrey Nicolás Antonio de Arredondo deja su cargo y es sustituido por Pedro Melo de Portugal, éste le encarga una nueva misión: realizar un reconocimiento de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires, habitada por los pampas, con el objetivo de ampliar el dominio español en esa dirección.
Félix de Azara había esperado a los portugueses en Paraguay hasta 1796 y este tiempo, que podía haber sido vacío y estéril, lo convirtió en un enriquecimiento cultural que hace de su obra una de las mayores fuentes de la historia americana. Durante ese tiempo escribió las siguientes obras:
- Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y del Río de la Plata. Publicado en 1802.
- Apuntamiento para la historia natural de los páxaros del Paraguay y del Río de la Plata.
- Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. (Escrito en 1805 y publicado en 1847. Con motivo del Quinto Centenario se publicó una edición de bolsillo a cargo de Andrés Galera Gómez: Descripción general del Paraguay. Madrid, Alianza Editorial, 1990)
- Viaje a América meridional desde 1781 hasta 1801.
- Diario de navegación del Tebicuary.
- Memoria rural del Río de la Plata.
- Límites del Paraguay.
- Geografía física y esférica del Paraguay. Publicada en 1904.
- Reflexiones económico-políticas sobre el estado del Reino de Aragón.
Finalmente escribe a su hermano D. José Nicolás de Azara, “…Pero yo, sin haber llegado a empleo visible, y sin ocasión de hacerme conocer de ti ni de otro, he pasado los veinte mejores años de mi vida en el último rincón de la Tierra, olvidado aun de mis amigos, sin libros ni trato racional y viajando continuamente por desiertos y bosques inmensos y espantosos, comunicando únicamente con las aves y las fieras. De éstas, pues, he escrito la Historia, que te envío y dedico, para que por ella me conozcas, o a lo menos te impongas de mis trabajos”.
Y su hermano, embajador entonces del reino de España en París y con cierta influencia en la sociedad de su tiempo, publica sus dos obras principales. En 1801, el mismo año en que es requerido para volver a España, aparece “Ensayos sobre la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay” formando —dice el título— una continuación necesaria de las obras de Buffon. Y en 1802 se publica en Madrid “Apuntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay”
El impacto que tuvo la obra en los círculos científicos de la época sorprende a Félix de Azara. Es entonces cuando viaja a París y visita el Museo de Historia Natural y allí tiene —es de suponer— la mejor recompensa: es recibido con estima y admiración por los mayores naturalistas de Francia: Cuvier, Lacépède, Geoffroy Sant-Hillaire…Y no solo eso, se le pide opinión sobre los especímenes del museo que todavía no están clasificados y participa activamente en sesiones de trabajo. Allí conoce también al aracnólogo Walckenaer, que más adelante tradujo su libro “Viajes a la América meridional” y fue el primero de sus biógrafos.
En 1804 sufre con gran dolor la muerte de su hermano y benefactor. Pero su vida pública no ha terminado: forma parte de la Junta de fortificaciones de ambas Américas y se le reconoce tal competencia que se piensa en él para Virrey de México,
¡Nada menos que virrey! Esto es algo que Félix de Azara rechaza. Tiene cerca de 60 años y no quiere volver a América. Además, debido al duelo por su hermano, su estado de ánimo no pasa por sus mejores momentos.
Los años posteriores también son dolorosos para él, pues ve que un país amigo como Francia, donde ha estado colaborando junto con otros naturalistas españoles como Joseph de Cavanilles, invade España. Tuvo que sufrir mucho al recibir la noticia del saqueo del solar de Barbuñales, su pueblo natal.
A pesar de todo, permanece activo. Decide volver a su tierra. Allí dedica sus últimos trabajos al Alto Aragón. Consciente de sus problemas, redacta su estudio sobre los “Olivos del Alquezar y sus aldeas”. Siendo anciano con 79 años es nombrado Regidor de Huesca y desde ese puesto, sigue imaginando un futuro mejor para y proyecta el desarrollo económico de toda la zona. Realiza un nuevo estudio sobre la “Lenteja pardina del alto Aragón” y estudia las causas de la despoblación de la zona. Fallece un año después.
Es prácticamente seguro que también él hubiera apoyado a los ganaderos del alto Aragón por su ganadería extensiva y de bajo impacto en el medio ambiente.
La obra científica de Félix de Azara es múltiple y por ello despierta interés en áreas tan diversas como las ciencias naturales, la historia, la geografía, la etnografía o la cartografía. Su obra es depositaria de la más completa información sobre la terminología propia del Rio de la Plata y constituye la descripción más detallada sobre los pueblos aborígenes que habitaron la República Argentina, Uruguay y Paraguay.
En 2021 con motivo del centenario de su fallecimiento, fue la entidad Fundación de Historia Natural Félix de Azara, con sede en Argentina, la que se volcó con el desarrollo de numerosas actividades, tanto en Argentina como en Paraguay, que recordaron a este ingeniero militar, naturalista autodidacta y finalmente sabio que fue Félix de Azara.
© Juan Pedro Fernández Romero
[1] Todavía no se ha escrito el libro definitivo sobre todos estos cronistas de Indias.
[2] Para una detallada biografía clásica ver: Enrique Álvarez López (1935) Félix de Azara M. Aguilar Editor. 259 pág.
[3] Su carrera profesional se desarrolló bajo los auspicios de tres monarcas: Carlos III, Carlos IV y Fernando VII.
[4] NOTICIA DE LA VIDA Y ESCRITOS DE DON FÉLIX DE AZARA. Por C.A. Walckenaer. En, Viajes a la América Meridional, Tomo I. VIAJES CLÁSICOS, ESPASA CALPE. 1934.
[5] Tomado de: https://fundacionazara.org.ar/img/libros/Felix-de-Azara-1742-1821.pdf (visitado el 30 de junio de 2023)
[6] ALBIAC BLANCO, MARÍA DOLORES (2000). — Félix de Azara. Publicación nº 80-83 de la Caja de ahorros de la Inmaculada de Aragón.
[7] ALBIAC BLANCO, MARÍA DOLORES. (Ibidem)
[8] Azara, Félix. – Viajes por la América Meridional. Madrid. Espasa-Calpe, 1941.2 Tomos.
[9] Azara, F. (1802). Apuntamientos para la Historia Natural de los Cuadrúpedos del Paraguay y el Río de la Plata. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra (Original publicado en 1801) Visto en: https://bibliotecavirtual.aragon.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=3710320
[10] Leído en: https://www.mna.gub.uy/innovaportal/file/81454/1/analesix.pdf (consultado el 10 de agosto de 2023)
[11] Ver: Citado en, CAPEL, Horacio. El ingeniero militar Félix de Azara y la frontera americana como reto para la ciencia española. In Tras las huellas de Félix de Azara (1742-1821). Jornadas sobre la vida y la obra del naturalista español Don Félix de Azara (Madrid: Fundación Biodiversidad, 19-22 de octubre de 2005). Huesca: Diputación de Huesca, 2005, p. 83-132. Visto en: https://www.ub.edu/geocrit/sv-97.htm
[12] Gustavo Caponi: Félix de Azara, crítico de Buffon. Visto en: https://www.scielo.br/j/bgoeldi/a/gbKSPQjZZkfv9fZLj4HSyKd/?lang=es#
[13] ALBIAC BLAMNCO, MARIA DOLORES (2000) Ibidem. Pág. 83
[14] ALVAREZ LÓPEZ, ENRIQUE. (1940) Biblioteca de la cultura española nº 11.M. Aguilar Editor
259 pp.
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